Milagros y Misericordia: una historia de amor y rescate - parte 2
Milagros y Misericordia: una historia de amor y rescate - parte 2
El difícil parto de Misericordia y los consecuentes cuidados a madre e hija que llevó a cabo la Comunidad-Luz en el año 2014 fueron solo una parte de esta historia de rescate. Esta experiencia de amor y sus enseñanzas continúan hasta los días de hoy.
Una vez que Misericordia ya no estaba al lado de Milagros, los únicos referentes para ella eran los seres humanos. “Ella comenzó a estar con las personas de la Comunidad y las seguía a todos lados. Hasta aparecía en la sala de oración durante la liturgia cuando todavía era pequeña”, recuerda la hermana María Aurora de Jesús, quien fue una de las personas encargadas de su cuidado. Gisel, integrante de las Comunidades-Luz, también rememora esos momentos: “Como era alimentada por nosotros, Milagros tenía mucha confianza, situación que ocurre raras veces con esa especie hacia el ser humano.”
Milagros paseaba por toda el área Redención 1 y el Centro Mariano. Estaba entre todos y no se sentía de otra especie, ella era parte de la Comunidad y así se convivía armónicamente. Sin embargo, luego de unos meses, surgieron algunas dificultades: a medida que crecía, ella ya no cabía en los lugares que acostumbraba estar y la huerta corría el riesgo de ser arrasada por lo que sus desplazamientos ya no podían ser tan independientes y esto llevó a tomar la decisión de que debía estar en un hábitat acorde a su especie, y junto a ellos.
En el área Redención 1, en un espacio apartado de la Comunidad donde la naturaleza abunda en su forma silvestre, vivía solitariamente Analema. Ella fue otra vaca rescatada que vagaba por los caminos debido a que el dueño no conseguía mantenerla en su campo por su carácter indomable. En esa época había perdido una cría y, por el sufrimiento que sentía y su miedo al ser humano, no permitía que nadie se le acercara. A esto se sumaba una inflamación en las ubres llamada mastitis, ocasionada cuando la leche se va acumulando, por lo que era necesario tratarla de forma inmediata. Felizmente, se consiguió llevarla a la Comunidad y, con varias estrategias y sobre todo con amor y paciencia, fue tratada y curada.
La decisión de la Comunidad de llevar a Milagros junto a Analema no fue fácil porque todos estaban acostumbrados a su compañía y a su presencia en los lugares de uso comunitario. Hermana María Aurora de Jesús todavía recuerda el día que tuvo que llevarla hacia el lugar donde sería el nuevo hogar: “Fue difícil apartarla de donde fue criada y lo logré engañándola con una zanahoria. Cuando llegamos cerca del río, se quedó quieta observando y de repente salió corriendo en esa dirección, se paró, me miró, dió una vuelta a mi alrededor y se dirigió nuevamente al río, y de allí nunca volvió.” Hermana María Aurora de Jesús sintió que de esa forma se despidió y accedió a empezar una nueva etapa.
Analema y Milagros allí tuvieron la oportunidad de vivir la experiencia que cada una había perdido, de vivir como madre e hija. “Analema así tuvo su primera cría, Milagros una nueva mamá y nosotros el tesoro del aprendizaje”, cuenta Gisel agradeciendo que todo siempre se acomoda según lo que necesitamos.
Pero la historia no termina aquí. La Comunidad debía continuar amamantando a Milagros con varios litros de leche por día y esta interacción era muy observada por Analema. “Analema siguió teniendo un carácter complicado que dificultaba acercarse pero como veía los cuidados que le dirigíamos a Milagros, fue mudando su comportamiento perdiendo el temor. Parecía que se daba cuenta que esa nueva interacción con el ser humano no era lo que ella había conocido durante su vida,” comenta Hermana María de la Contemplación que fue testigo de ese cambio.
Y de esta forma, las dos fueron creciendo y aprendiendo mutuamente hasta el día que Analema falleció y fue enterrada con el mayor respeto y amor. Sin embargo, todo se iba a acomodar nuevamente en esta historia y no iba a quedar sola. Milagros había quedado preñada en una salida al campo del vecino y a los pocos días de fallecer Analema, dió a luz a Guadalupe, así llamada porque nació el mismo día de la faz de la Virgen de Guadalupe. Esto permitió que Milagros ingresara al mundo de la maternidad y que siempre estuviera acompañada de su propia especie, bajo la supervisión de los miembros de la Comunidad.
Guadalupe no está adaptada a la convivencia con los seres humanos como su madre, sin embargo la interacción de Milagros con ellos permitió que creciera sin ningún temor y así, en mutua compañía y bajo el cuidado de la Comunidad, viven hasta el día de hoy.
“Se ve la diferencia cuando son criados desde pequeños con amor y cariño. La recompensa que ellos dan es siempre la demostración de un inconfundible agradecimiento. Milagros siempre deja que nos acerquemos, que la acariciemos; en ella no existe registro de miedo hacia los seres humanos como en otros animales que son explotados”, comenta Hermana María de la Contemplación que participó de la historia desde que comenzó con el milagro en el Puente de la Misericordia. Y finaliza: “Aunque sea una vaquita entre millones, lo que ella vive refleja en el Reino Animal ese código de amor que permanece en su memoria hasta el día de hoy.”